lunes, 21 de julio de 2025

RESEÑA

 

Naturaleza y Libertad: La Independencia de Colombia desde una Perspectiva Científica

Por: Erica Beltran

Cuando hablamos de la independencia de Colombia, solemos centrarnos en las batallas, los próceres y los ideales políticos. Sin embargo, rara vez observamos este proceso desde una mirada integral, donde las ciencias naturales también desempeñaron un papel esencial. Entender el entorno natural en el que se gestó la independencia permite no solo ampliar nuestra visión histórica, sino también reconocer cómo la geografía, el clima, los ecosistemas e incluso la medicina influyeron en el camino hacia la libertad.

Geografía como aliada y enemiga

Uno de los factores determinantes fue la geografía diversa del territorio colombiano. La cordillera de los Andes, las selvas del Magdalena y del Atrato, y los valles interandinos fueron escenarios donde se definieron estrategias militares, se escondieron tropas y se dificultó el avance enemigo. Simón Bolívar y otros líderes conocían bien el terreno: su inteligencia militar no solo era política, sino también naturalista. El cruce de los Andes hacia Boyacá, por ejemplo, no fue solo un acto heroico, sino una maniobra estratégica basada en el conocimiento de la fisiografía andina.

Clima y estrategia militar

La variabilidad climática jugó un papel doble: por un lado, fue un obstáculo para los ejércitos realistas, poco preparados para los cambios bruscos de altitud y temperatura; por otro lado, fue una ventaja para las tropas criollas que conocían los ciclos lluviosos y las rutas seguras. En este contexto, la ciencia meteorológica, aunque incipiente, era una herramienta de sobrevivencia.

Enfermedades: el enemigo invisible de la independencia

Pocas veces se reflexiona sobre el papel de las enfermedades infecciosas y tropicales en el fracaso o el éxito de las campañas militares. Durante la guerra de independencia, miles de combatientes murieron no por las balas, sino por virus, bacterias y parásitos.

Las fiebres palúdicas (paludismo), transmitidas por el mosquito Anopheles, causaron estragos en las zonas bajas y húmedas del Magdalena Medio, el litoral Caribe y los Llanos. En regiones costeras como Cartagena, la fiebre amarilla, transmitida por el mosquito Aedes aegypti, diezmó a los soldados criollos y españoles por igual. También se propagaron enfermedades como la disentería, causada por el consumo de agua contaminada, y el tifus, ligado a la mala higiene y la presencia de piojos.

Las condiciones de los campamentos militares eran precarias: no había acceso a atención médica adecuada, el conocimiento sobre bacterias y virus era inexistente y las prácticas de higiene eran muy limitadas. Muchos soldados morían lentamente en las hamacas o improvisadas enfermerías, sin siquiera haber peleado una sola batalla.

Este panorama nos permite hacer una reflexión más profunda: la ciencia médica en su época estaba rezagada, lo que afectó directamente el rendimiento y la vida de los combatientes. Si bien algunos curanderos y boticarios usaban plantas medicinales locales como la quina (rica en quinina, eficaz contra el paludismo), el desconocimiento general de la fisiología, la microbiología y la epidemiología redujo la capacidad de respuesta ante las epidemias.

En consecuencia, la independencia también fue una lucha contra un enemigo silencioso: la muerte biológica y la fragilidad de la vida humana en condiciones adversas.

Recursos naturales como motor de dominación

Uno de los elementos menos considerados es cómo la biodiversidad y los recursos naturales se convirtieron en una motivación económica para el dominio español. El oro de las minas, las maderas preciosas y la fertilidad del suelo colombiano fueron botines codiciados por el imperio. En ese sentido, la lucha por la independencia también fue una lucha por el control soberano de los recursos naturales, que aún hoy siguen en disputa bajo nuevas formas de colonialismo económico.

Conclusión: ciencia, historia y soberanía

Integrar las ciencias naturales al relato de la independencia de Colombia no es un capricho interdisciplinario, sino una necesidad pedagógica y ciudadana. Nos permite comprender que la libertad no solo se gana con ideales, sino también con conocimiento del entorno, de la vida, de la salud y de los ecosistemas. En un país biodiverso como el nuestro, la ciencia también es una forma de soberanía.

El pasado nos muestra que la ignorancia científica puede costar vidas. El presente nos exige pensar la libertad no solo como un derecho político, sino como un compromiso con el conocimiento, la salud pública y la sostenibilidad del territorio.

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