martes, 8 de julio de 2025

LA RUTA DE LA LIBERTAD

Izquierdini y la Ruta de la Libertad


Bogotá, 2025. El cielo estaba en silencio, pero debajo del Archivo Nacional, una luz roja titilaba como un corazón a punto de detenerse. El mensaje era claro: "LA INDEPENDENCIA ESTÁ EN PELIGRO".

El Consejo del Tiempo, guardianes secretos de la historia, solo tenía un nombre en su lista: Izquierdini. Historiador, espía y descendiente directo de un prócer olvidado, Izquierdini fue reactivado tras dos siglos de letargo donde recorrio todo el continente Europeo en su bicicleta.

Su misión: recorrer La Ruta de la Libertad y corregir los eventos alterados por un nuevo enemigo del tiempo: EL CONDE DE LAS SOMBRAS CRISTIAN III, un antiguo general realista que, a través de un artefacto temporal robado, estaba desmantelando la historia desde dentro.

Su primera parada: 20 de julio de 1810, la tienda de Llorente. Izquierdini, disfrazado de vendedor de tinta, debía asegurar el famoso altercado. Pero encontró un nuevo problema: el documento del Cabildo Abierto había sido alterado, su tinta envenenada por el Conde de las Sombras. Si era firmado, los criollos morirían envenenados antes de gritar “¡Libertad!”

Con su pluma de fuego, Izquierdini reescribió el documento mientras distraía al enemigo con una falsa protesta. El florero cayó. El pueblo estalló. La historia se mantenía, por ahora.

Año: 1811. Las provincias intentaban formar una república, pero el Conde había sembrado falsos manifiestos que generaban desconfianza entre los centralistas de Nariño y los federalistas de Torres.
Izquierdini debía encontrar los verdaderos documentos y evitar una guerra fratricida antes de tiempo.

En medio de un consejo secreto, disfrazado de escribano, descubrió una trampa: si no destruía los documentos falsos, la guerra civil adelantaría su curso, y los realistas tomarían el control total.

Superó tres acertijos en latín dentro de un códice escondido en el monasterio de Zipaquirá, y con ayuda de sus lentes coloniales, identificó la tinta original. La verdad volvió a las mesas de negociación.

En 1814, Izquierdini llegó a Pasto, donde Nariño luchaba contra los realistas. El Conde había entregado coordenadas falsas a los mensajeros del ejército patriota, guiando a Nariño a una emboscada.

Problema: si Izquierdini salvaba a Nariño, este no sería capturado, lo que alteraría su prisión y posterior redención. Pero si no lo ayudaba, el ejército se disolvería.

Solución: Izquierdini intervino de forma anónima, desviando parte de las tropas y asegurando que la derrota fuera táctica, no fatal. Así, la historia se cumplía, pero con honor preservado.

  1. El Conde de las Sombras, disfrazado como Pablo Morillo, había añadido páginas falsas al código militar español: órdenes de ejecutar a todo líder criollo capturado sin juicio.

Izquierdini, infiltrado como sacerdote en un cuartel de Santa Marta, encontró la imprenta secreta del Conde. Para destruirla, debía superar tres pruebas: traducir un pasaje en código, cruzar un campo lleno de centinelas temporales, y convencer a un prisionero de traicionar al Conde.

Con inteligencia, empatía y astucia, cumplió las pruebas, pero el Conde escapó al Casanare, más fuerte que nunca.

  1. Bolívar necesitaba los planos para cruzar el Páramo de Pisba. El Conde los había reemplazado con rutas falsas que llevaban a un abismo sin salida.

Izquierdini, bajo tormentas y viento helado, se hizo pasar por monje y entregó los verdaderos mapas escondidos en un libro de oraciones. Mientras Bolívar cruzaba las montañas, el Conde tendió su trampa final en el Pantano de Vargas: reemplazar a un coronel clave con un espía temporal.

Izquierdini desenmascaró al impostor en medio del combate y ayudó a Boyacá a no perderse. Fue herido, pero logró entregar una carta que garantizó la llegada a Santa Fe.

En Cúcuta, 1821, durante la redacción de la Constitución, el artículo de la soberanía del pueblo había desaparecido. El Conde la ocultó en una iglesia bajo vigilancia realista, dentro de un libro religioso.

Izquierdini debía ordenar cronológicamente 10 textos religiosos para desbloquear el compartimento secreto. Lo logró al notar que los márgenes tenían fechas en clave. Recuperó el documento, justo antes de la firma.

De regreso a 1810, Izquierdini tenía una última misión: entregar el “Manifiesto de la Libertad” antes del grito. Pero el Conde, como último recurso, viajó al presente e intentó borrar la memoria histórica del pueblo colombiano.

Mientras el reloj marcaba las 11:59, Izquierdini cabalgó entre la multitud, con el Conde a sus espaldas. En el último segundo, subió al Cabildo, colocó el manifiesto y repicó la campana. El tiempo se reparó. El Conde fue arrastrado a su época, atrapado en un bucle de derrota.

Ya en el Archivo Nacional, Izquierdini volvió a guardar su reloj. Nadie lo recordaría. Pero la historia, gracias a él, seguiría viva.
Y en una nota escrita con tinta mágica, dejó una advertencia:

"Mientras haya quienes olviden, el Conde puede regresar. Prepárense. La Ruta de la Libertad nunca termina."

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