martes, 2 de abril de 2019

ACTIVIDAD DE NIVELACION CONVIVENCIA

ACTIVIDAD DE REFUERZO
CONVIVENCIA



¿Qué es la responsabilidad personal?

Es el valor de ser consciente de tus acciones y sus consecuencias. La responsabilidad personal implica cuidar de ti mismo y los compromisos que adquieras con los demás, también se relaciona con el respeto a las normas, el uso del sentido común y la valoración de las cosas.

ACTIVIDAD INICIAL

RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1. ¿Realizas bien las actividades que te han sido asignadas en tu colegio y hogar?
2. ¿Te esfuerzas en dar más de lo solicitado?
3. Cuando te enfrentas a un problema en tu trabajo ¿haces un gran esfuerzo para encontrar la solución?
4. ¿Crees que cumplir con tus compromisos de trabajo es algo muy importante en tu vida?
5. Si observas que hay algunas anomalías en tu colegio ¿haces la comunicación respectiva?
6. ¿Estás dispuesto a brindar un tiempo adicional para solventar un problema en tu colegio?
7. ¿Cumples tu horario de clases?
8. Al estar en tu colegio ¿empleas tu tiempo a las actividades del colegio con total concentración?
9. ¿Terminas las tareas que te han asignado?
10 ¿Eres una persona proactiva y sin excusas?

ACTIVIDAD CENTRAL

Realiza la lectura del siguiente texto y de acuerdo a el realice:

A.  Glosario de 10 términos.
B. Mapa conceptual sobre la responsabilidad teniendo en cuenta el texto


RESPONSABILIDAD

1.  Un acercamiento a la palabra responsabilidad

Es  muy  frecuente  hablar  de  libertad,  de  defender  esta  capacidad  del hombre  de  ser  libre,  sin  embargo  no  se  habla  tanto  de  responsabilidad.  Ser responsable   supone   asumir   las   consecuencias   de   los   propios   actos,   de nuestras decisiones.

No significa

La   responsabilidad   no   significa   sólo   responder   ante   uno   mismo, hemos de responder también ante los demás.

Significa

Podemos  definir  a  la  persona  responsable  como  aquella  que  asume las  consecuencias  de  sus  actos  intencionados,  resultado  de  las  decisiones que  tome  o  acepte;  y  también  de  sus  actos  no  intencionados,  de  tal  modo que  los  demás  queden  beneficiados  lo  más  posible  o,  por  lo  menos,  no perjudicados;  preocupándose  a  la  vez  de  que  las  otras  personas  en  quienes puede influir hagan lo mismo.

1.1 La responsabilidad: condiciones y tipos.

a)   ¿Qué  es   la  responsabilidad?   Una   persona   responsable   toma decisiones   conscientemente   y   acepta   las   consecuencias   de   sus   actos, dispuesto   a   rendir   cuenta   de   ellos.   La   responsabilidad   es   la   virtud   o disposición  habitual  de  asumir  las  consecuencias  de  las  propias  decisiones, respondiendo  de  ellas  ante  alguien.  Responsabilidad  es  la  capacidad  de  dar respuesta de los propios actos.

b) Condiciones para que exista responsabilidad.

Para   que   pueda   darse   alguna   responsabilidad   son   necesarios   dos requisitos:

Libertad.  Para  que  exista  responsabilidad,  las  acciones  han  de ser  realizadas  libremente.  En  este  sentido,  ni  los  animales,  ni los  locos,  ni  los  niños  pequeños  son  responsables  de  sus  actos pues    carecen    de    uso    de    razón    (y    el    uso    de    razón    es imprescindible para la libertad).

Ley. Debe existir una norma desde la que se puedan juzgar loshechos  realizados.  La responsabilidad  implica  rendir  cuenta  de los     propios     actos     ante     alguien     que     ha     regulado     un comportamiento.

c) ¿Responsabilidad ante quién?

El hombre  responde  de  sus  actos  ante sí mismo  (juicio  de  conciencia) y  otros  hombres.  A  su  vez,  la  responsabilidad  ante  los  demás  puede  ser  de varios   tipos:   responsabilidad   jurídica   (ante   las   leyes   civiles),   familiar- doméstica (ante la familia), laboral, etc.

d) ¿Puede haber exceso de responsabilidad?

Sí.   Hay   exceso   de   responsabilidad   cuando   se   piden   cuentas   -a   sí mismo  o  a  otros-  de  comportamientos  que  no  estaban  regulados  o  que  no era   preciso   regular.   Suele   darse   cuando   falta   amor   a   la   libertad;   por ejemplo,  si  se  pretende  regular  y  controlar  todo  y  al  detalle,  atenazando diversidad e iniciativas. Pero es más frecuente la irresponsabilidad.

1.2 ¿Es bueno ser responsable?

¿Cómo disminuye la responsabilidad?
Disminuye   la   responsabilidad   lo   que   disminuye   la   libertad,   es decir, lo que entorpece la voluntad y el entendimiento, que son las facultades  necesarias  para  realizar  acciones  libres.  Por  ejemplo,  la violencia, la ignorancia y el miedo.

¿Es mejor ser poco responsable?
No,  no.  Es  preferible  ser  hombres  libres,  dueños  de  sus  actos, capaces  de  tomar  decisiones  y  de  asumir  sus  consecuencias.  Da gusto   tener   en   el   propio   equipo   a   alguien   que   cumple    los compromisos con responsabilidad.

¿Por qué suena mal la responsabilidad?
La  palabra  responsabilidad  trae  malos  recuerdos  a  la  imaginación por  varios  motivos:  Normalmente  sólo  se  relaciona  con  errores  o castigos, pues cuando la  consecuencia de una acción es un premio no suele hablarse de responsabilidad sino de mérito.

Responder  ante  otros  parece  ir  contra  la  propia  libertad.  Ambas cosas  van  unidas:  sin  libertad  no  hay  responsabilidad,  sólo  quien es dueño de sus actos puede responder de ellos.

La  responsabilidad  se  ve  como  opuesta  a  la  diversión.  En  realidad sólo  se  opone  al  tipo  de  diversión  sin  medida;  pues  una  persona responsable sabe divertirse en los momentos y modos razonables.

¿Qué excusas hay para evitar responsabilidades?
Como   la   responsabilidad   suena   mal,   es   frecuente   inventarse razonamientos  que  eviten  rendir  cuentas.  Podemos  agruparlos  en tres tipos:

Para  evitar  responsabilidades  ante  los  demás,  es  frecuente  echar las  culpas  a  otro,  o  bien  decir  "soy  libre  y  hago  lo  que  me  da  la gana";     queriendo     expresar    que     no     rindo     cuentas     de     mi comportamiento ante nadie. La libertad humana no es así.

Para quitarse responsabilidad ante la propia conciencia, un recurso habitual   es   evitar   reflexionar:   aturdir   la   cabeza   hasta   que   no pueda  pensar.  Otro  sistema  es  decir  "yo  paso  de  todo",  o  "ningún asunto me importa".


2.  ¿Hay relación entre libertad y responsabilidad?

Sí  existe  una  íntima  relación  entre  libertad  y  responsabilidad.  ¿Por qué?  Si  no  fuésemos  libres  no  tendría  sentido  la  responsabilidad.  El  hecho de   ser   libres,   de   elegir   nuestros   actos   tras   una   decisión   voluntaria   y deliberada,   es   lo   que   en   consecuencia   exige   que   demos   cuenta   de   las consecuencias,  de  los  resultados.  Se  supone  que  somos  seres  inteligentes  y que  aplicamos  nuestra  razón  a  lo  que  hacemos  y  no  actuamos  a  lo  loco.  Si obrásemos  así  las  consecuencias  de  nuestras  acciones  serían  de  temer  y causaríamos daños a los demás y a nosotros mismos.

Ya  hemos  dicho  también  que  no  vivimos  solos  en  el  mundo  y  que nuestros  actos  repercuten  para  bien  o  para  mal  en   los  demás,  en  este sentido  tenemos  un  compromiso  de  comportarnos  como  personas  ante  la sociedad.  No  podemos  concebir  nuestras  vidas  fuera  de  todo  compromiso. Esto   ocurre   cuando   pensamos   únicamente   en   nosotros   mismos   y   no consideramos al resto del mundo, buscando exclusivamente pasarlo bien.

Es cierto que el compromiso exige esfuerzo, pero todo lo que conlleva esfuerzo es en definitiva lo que acaba mereciendo siempre la pena.

Ser  responsable  significa  obedecer.  Obedecer  a  la  propia  conciencia, obedecer  a  las  autoridades,  obedecer  a  mis  superiores,  sabiendo  que  esa obediencia   no   se   refiere   a   un   acto   pasivo,   de   esclavo,   sino   a   un   acto operativo de compromiso, de deber.

La   confianza   es   un   valor   fundamental,   sin   el   cual   no   podemos obedecer,  ni  comprometernos.  Es  un  presupuesto  fundamental,  el  primer paso.  Confiamos  en  que  aquello  que  nos  proponen  es  bueno  porque  quien nos   lo   propone   es   alguien   honrado   y   de   fiar   que   busca   el   bien   de   la humanidad, el bien de cada hombre.

Podemos  pensar  por  ejemplo,  ¿qué  ocurre  con  las  leyes  injustas,  o con  otras  que  menoscaben  a  la  persona  y  atenten  contra  su  dignidad?  En este  caso,  no  serían  de  obligado  cumplimiento,  ya  que  al  aplicar  nuestra inteligencia    y    descubrir    que    es    algo    malo    para    el    hombre,    veo    la responsabilidad  de  defender  la  dignidad  de  la  persona  y  en  ese  caso  se aplicaría  la  objeción  de  conciencia,  derecho  al  que  tiene  acceso  todo  ser humano.

Pueden   iluminar   nuestro   pensamiento   unas   palabras   escritas   por Taylor  Caldwell  en  su  libro  La  columna  de  hierro,  tomadas  de  las  Leyes  de Cicerón:

La  verdadera  ley  es  la  justa  razón  concordante  con  la  naturaleza,  de alcance  mundial,  permanente  y  duradera.  No  sabemos  oponernos  ni  alterar tal   ley,   no   podemos   abolirla   ni   librarnos   de   sus   obligaciones   mediante cualquier cuerpo legislativo y no necesitamos buscar a nadie que no seamos nosotros  mismos  para  que  nos  la  interprete.  La  ley  no  difiere  para  Roma  y Atenas,  para  el  presente  y  el  futuro,  sino  que  será  eterna  e  inmutable, válida  para  todas  las  naturalezas  y  todos  los  tiempos.  El  que  la  desobedece se niega a sí mismo y a su propia naturaleza.

Viene a decir Cicerón,  que  la  ley es algo que debe estar acorde con la naturaleza  del  ser  humano,  si  está  en  contra  acaba  dañando  al  hombre, idea que goza de gran lógica.

Para ser responsable

Si  queremos  responder  a  estas  obligaciones,  lo  primero  que  tenemos que  hacer  es  algo  tan  simple  como  oír  y  escuchar.  Parece  evidente  pero no     lo     es     tanto.     En     numerosas     ocasiones     nos     encontramos     con malentendidos,  con  que  no  hacemos  bien  un  encargo,  con  enfados  entre amigos y  la mayoría de las veces es debido a una mala comunicación, a que tenemos que aprender a oír y escuchar.

3.  La responsabilidad y la toma de decisiones.

Hemos  dicho  antes  que  no  sólo  se  trata  de  aceptar  decisiones  de otros,  sino  de  tomar  decisiones  dentro  del  ámbito  de  autonomía  propia, con el objetivo de mejorarse a uno mismo y de ayudar a los demás.

Este  sentido  de  responsabilidad  supone  una  decisión  previa,  porque en  muchas  de  las  cosas  que  hacemos  o  decimos  no  existe  una  decisión formal    anterior.    Esa    decisión    previa    aunque    en    muchas    ocasiones inconsciente,  está  esa  preocupación  por  los  demás,  que  nos  lleva  a  tomar decisiones y a ser responsables.

Una  vez  que  se  toma  una  decisión  hemos  de  ser  conscientes  de  que somos responsables de las consecuencias y asumirlas.

Somos  responsables  de  todos  nuestros  actos,  especialmente  cuando suponen  un  acto  de  la  voluntad,  pero  también  cuando  son  resultado  de  una falta  de  previsión.  Es  lógico  que  en  alguna  ocasión  actuemos  de  un  modo irresponsable   sin   querer,   en  este   caso  ser   responsable   significa   intentar rectificar,  reparar el daño causado y poner empeño en no cometer el mismo error en otra ocasión.

4. La preocupación por los demás

A  nivel  humano,  todos  tenemos  una  responsabilidad  hacia  los  demás. Por supuesto, hay que respetar a los demás, pero esto significa despertarles y  exigirles  dentro  de  la  relación  que  exista  con  ellos:  padres-hijos,  marido- mujer,   amigos…   no   sólo   debemos   hacernos   responsables   de   nuestras propias  vidas,  sino  también  prestar  la  atención  adecuada  a  los  demás,  a cualquier nivel.

5. ¿Cómo mejorar la responsabilidad?

1)   ¿Cómo   ser   más   responsables?   El   camino   más   rápido   para mejorar    en    responsabilidad    es    apreciar    claramente    que    de    nuestro comportamiento dependen cosas grandes. Los hombres con ideales y metas elevadas se responsabilizan enseguida de sus decisiones.

2)   ¿Qué  cualidades   ayudan   a   la   responsabilidad?

Hay   varias virtudes  que  se  relacionan  mutuamente  con  la  responsabilidad.  Digamos dos:
Valentía.  Para  dar  cuenta  de  los  propios  actos  hace  falta  un  valor capaz de superar el temor al castigo. (Responsabilidad ante los demás).
Humildad.  El  orgullo  dificulta  pedir  perdón;  mientras  que  la  persona humilde reconoce sus fallos. (Responsabilidad ante uno mismo).

3)  ¿La  responsabilidad  mejora  con  la  edad?

Con  la  edad  suelen tomarse   decisiones   más   importantes,   y   normalmente   la   responsabilidad aumenta.   Pero   no   mejora   por   el  simple   paso   de   los   años,   sino   por   los hábitos que se adquieren. Puede verse el tema madurez.

4)  ¿Cómo  ejercitar  la  responsabilidad?

La  manera  habitual  de desarrollar    esta    virtud    es    aceptar    responsabilidades    por    las    acciones realizadas:

Responder     de     los     encargos     recibidos.     Procurar     cumplir     los compromisos,  las tareas, los deberes. No  sólo  laborales, también deportivos o  familiares.  Evitando  atribularse  con  exceso  de  reglas  que  pueden  conducir a rechazar regulaciones y responsabilidades.

Reflexionar  ante  la  propia  conciencia.  Es  bueno  reconocer  errores  y culpas.  Quien  no  reconoce  culpas  puede  acabar  siendo  asesino  en  serie  a quien todo da igual.

5)   ¿Cómo   impulsar   a   otros   en   esta   cualidad?

 Además   de recordar   lo   anterior,   hay   varios   modos  de   animar   a   la   práctica   de   esta virtud:

Presentar favorablemente las cualidades de una persona responsable, por  ejemplo  hacer  ver  que  da  gusto  tener  en  el propio  equipo  a  alguien  que cumple los compromisos.

Poner     encargos     y     preguntar     por     su     cumplimiento;     con     el correspondiente aplauso si se realizó bien.

También   ayuda   la   existencia   de   premios   y   castigos   según   sea   el comportamiento.  Evitando  que  todo  gire  en  torno  a  esto,  pues  se  trata  de obrar  bien  porque  eso  queremos,  no  sólo  por  esperar  una  gratificación,  que no siempre existe.

6. Tu responsabilidad como voluntario

La  libertad  y  la  responsabilidad  son  dos  caras  de  una  misma  moneda. Cualquier  acto  libre  que  hagamos,  tiene  unas  consecuencias  de  las  que  yo tengo     que     responder.     Generalmente     hacemos     uso     de     la     palabra responsabilidad cuando hacemos cosas que no están bien, pero pocas veces nos  remitimos  al  autor  de  determinada  actuación  cuando  sus  efectos  son positivos,  pasando  oculto;  en  ese  caso  el  sujeto  es  también  responsable  de esa buena acción.

En  el  ejercicio  de  la  responsabilidad  es  fundamental  ser  conscientes de  la  obligación  o  deber  que  tenemos  de  responder  ante  algo  o  alguien.  No olvidemos  que  no  somos  versos  sueltos  que  estamos  en  este  mundo,  sino que   vivimos   con   muchas   más   personas,   en   un   entorno   en   el   que   se desarrollan    relaciones    de    distinto    tipo:    familia,    amistad,    matrimonio, trabajo,  medio  ambiente…  con  cada  uno  de  estos  agentes  interactuamos estableciendo     relaciones,     influyendo     en     ellos.     De     aquí     nace     mi responsabilidad, mi respuesta a ellos.

El  voluntario  tiene  que  dar  respuesta  a  la  organización  con  la  que  se compromete   a   trabajar,   secundando   sus   proyectos   y   los   valores   de   la misma.  En  cuanto  a  su  relación  con  la  entidad  que  organiza  el  voluntariado, su  responsabilidad  con  ella  abarca  diversos  deberes  hacia  los  beneficiarios, la organización, los otros voluntarios y la sociedad.

¿Qué  implica  y  a  qué  compromete  eso  de  ser  voluntario?  ¿Han  de actuar   y   comportarse   los   voluntarios   de   una   determinada   manera,   de acuerdo con ciertos valores y formas de conducta?

…hacia los beneficiarios:

Entrega  generosa  de  lo  mejor  de  uno  mismo.  Actuar  con profesionalidad, humanidad y eficacia en las tareas encomendadas.
Prestar      al      beneficiario      una      ayuda      gratuita      y desinteresada  sin  esperar  ni  aceptar  ningún  tipo  de  compensación material.
Reconocer,  respetar  y  defender  activamente  la  dignidad personal  de  los  beneficiarios,  conociendo  y  acatando  la  Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Confidencialidad   y   discreción   en   el   uso   de   los   datos relativos a los beneficiarios.
Crear   un   clima   de   respeto   mutuo,   evitando   posturas paternalistas.

Autonomía.

Fomentar  en  los  beneficiarios  la  superación  personal  y  la Informar a los beneficiarios de manera objetiva, teniendo en cuenta sus necesidades y circunstancias personales.

Denunciar cualquier violación de los Derechos Humanos.

Tratar de informarle con amabilidad de los modos en que puede buscar su propio desarrollo.
Ser   paciente   a   la   hora   de   esperar   resultados   de   las acciones realizadas.
…hacia la organización.

Conocer    y    asumir    el    ideario,     estatutos,     fines, programas,   normas   de   regulación   y   métodos   de   trabajo   de   la
organización.


propio.

Respetar  la  organización   sin   utilizarla   en   beneficio

Confidencialidad y discreción.

Hacer  un  uso responsable de los bienes materiales que la organización ponga a disposición del voluntario.

Utilizar     debidamente     la     acreditación      que      la organización proporciona al voluntario.
Interrumpir  la  colaboración   cuando   la   organización justificadamente lo solicite.
Comprometerse      de       modo       meditado,       libre       y responsable,   cumpliendo,   los   compromisos   adquiridos   y   realizando con seriedad las tareas encomendadas.

Solicitar  y  participar   en   actividades   de   formación, necesarias para la calidad del servicio prestado.
Informarse,  antes  de  comprometerse,  sobre  la  tarea  y responsabilidades  que   se   asumirán,   y  considerar  si  se   dispone   de tiempo y energías suficientes.
En    caso    de    renuncia,    comunicarla    con    antelación suficiente para evitar perjuicios a los beneficiarios o a la organización.
Actitud abierta y cooperante  hacia  las  indicaciones  de la organización.
Participar imaginativamente en la organización.
Informar  sobre  las  necesidades  no  satisfechas  de  los beneficiarios    y    sobre    las    deficiencias    en    la    aplicación    de    los programas.


programas.

Informar     sobre     la     posible     inadecuación     de     los

Denunciar las posibles irregularidades que se detecten.

Colaborar de manera gratuita y desinteresada.

… hacia la sociedad.

Promover  la  justicia  social,  fomentando  una  cultura  de la solidaridad rica en valores humanos y difundiendo el voluntariado.
Conocer    la    realidad    socio-cultural,    para    mejorarla, atendiendo   las   necesidades   e   interviniendo   en   las   situaciones   de injusticia.

Tener   como   referencia    de    la    propia    actividad    la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Complementar    la   acción    social    de    las    distintas administraciones  públicas,  para  dar  un  mejor  servicio  a  la  sociedad, sin      proporcionarles      un      pretexto      para      eludir      sus      propias responsabilidades.
Comunicar      a      las      instituciones      pertinentes      las situaciones   de   necesidad   o   marginación   y   reclinarles   compromisos para solventarlas.
Procurar  que  el  voluntariado  no  impida  la  creación  de empleo.  Detectar  posibles  yacimientos  de  empleo  en  relación  a  las necesidades  cubiertas  por  el  voluntariado  que  deben  ser  asumidas por otros sectores.
Transmitir,    con    sus    actitudes,    acciones    o    palabras aquellos  valores  e  ideales  que  persigue  con su  trabajo  voluntario.  Ser coherente con la actitud de voluntario en el día a día.
…hacia los otros voluntarios.

Respetar    la    dignidad    y    la    libertad    de    los    otros voluntarios,   reconociendo   el   valor   de   su   quehacer,   ya   sean   de   la propia organización o de otras.
Adoptar una actitud de apertura y escucha hacia el otro.

Fomentar    el    trabajo    en    equipo,    propiciando    una comunicación fluida y un clima de trabajo y convivencia agradable.
Intercambiar      sugerencias,      ideas,      propuestas      y experiencias  en  un  marco  de  respeto  mutuo  con  vistas  a  una  mayor eficacia del trabajo que se lleva a cabo.

Hacer   propios   y   asumir    con    responsabilidad    los compromisos adquiridos por el grupo.
Facilitar   la   integración,   formación   y   participación   de todos los voluntarios, especialmente de los nuevos, en condiciones de igualdad.
Ofrecer una acogida cálida y sincera a quienes inician su voluntariado.
Promover       el       compañerismo       para       evitar       la competitividad,    el    afán    de    protagonismo,    las    tensiones    y    las rivalidades.
Crear  lazos   de   unión   entre   voluntarios   de   diferentes organizaciones.
La   responsabilidad   además   de   reconocer   y   actuar   según   estos deberes   hacia   los   demás   y   con   la   sociedad,   comprende   una   actitud activa,   tener   iniciativa,   no   sólo   recibir   inputs   sino   emitir   outputs: participar. Es un elemento muy importante en la labor de voluntariado.
Participa,  actúa,  trabaja  en  tu  proyecto  de  acción  voluntaria  y  en tu  organización.  Recuerda  que   cada  persona  es  única  y  es  capaz  de aportar   mucho.   Lo   que   tú   puedes   aportar   no   lo   puede   aportar   otra persona porque es distinta, aportará ideas diferentes.
Llegó  el momento.  Esta  es  la  ocasión  de  trabajar  por  aquello  en  lo que  crees,  es  la  oportunidad  de  ser  útil  a  otras  personas,  a  todos,  a  ti mismo.
Es  el  momento  de  hacer,  de  construir  colectivamente,  de  crecer caminando  junto  con   otras  personas  que,  como  tú,  apuestan  por  un futuro mejor.

Disfruta,  goza  y  trabaja.  La  acción  voluntaria  requiere  esfuerzo, participación activa, compromiso, implicación, entusiasmo… ¡mójate!
Implícate en tu proyecto concreto de acción voluntaria y en la vida de    la    organización    que    lo    hace    posible.    Sin    compromiso    no    hay voluntariado.   Pero   nunca   olvides   que,   por   mucho   que   des,   siempre recibirás más.

7. ¿Cuál es tu manera personal de vivir la responsabilidad?

Estas   preguntas   te   ayudarán   a   conocer   si   eres   una   persona responsable     y    a    profundizar    en    lo     que     realmente     consiste     la responsabilidad.

1.  He    asumido    plenamente    la    responsabilidad    de    ser voluntario.  Tengo  una  vivencia  profunda  de  la  importancia  de  mi función. La   responsabilidad   supone   este   primer   tipo   de   decisión consciente  de  responder  por  lo  que  uno  es.  No  se  trata  tanto  de responsabilizarse de un conjunto de tareas.

2.  Vivo    la    responsabilidad    rindiendo    cuentas    ante    las personas que tienen autoridad sobre mí. Hace  falta  responder  ante  alguien  para  ser  responsable  y todas   las   personas   tenemos   alguna   autoridad   por   encima   de nosotros.

3.  Después  de  tomar  una  decisión  o  emprender  una  acción, aguanto las consecuencias si el asunto sale mal. Algunas  personas  intentan  pasar  la  responsabilidad  a  otros. Por  ejemplo,  si  un  hijo  fracasa  en  sus  estudios  principalmente  por tener  poca  capacidad  real  para  el  estudio,  algunos  padres  no  lo aceptan y pasan la responsabilidad del fracaso al colegio.

4.  Paso       tiempo       intentando       prever       las       posibles consecuencias      de     mis      decisiones      antes      de     tomar     una determinación.
La      responsabilidad      requiere      no      sólo      asumir      las consecuencias   de   los   propios   actos   sino   también,   prever   las consecuencias.

5.  Asumo   las   consecuencias   negativas   de   mis   acciones equivocadas.
Indicador  de  que  es  así,  es  saber  pedir  disculpas  cuando haya  cometido  un  error  o  que  sepa  rectificar  y  no  seguir  adelante con  terquedad  en  algún  asunto,  a  pesar  de  darse  cuenta  de  que se ha equivocado.

6.  Habitualmente  me  comprometo  con  proyectos  después de  un  estudio  serio  del  asunto,  pensando  en  las  consecuencias positivas   que    puede    haber   para   los   demás   y   sin   depender innecesariamente de la opinión de los demás.
Algunas   personas   tienden   a   no   comprometerse   a   menos que  una  mayoría  de  los  demás  ya  lo  haya  hecho,  o  únicamente cuando se ve que el asunto está saliendo bien.

7.  Aunque  existen  muchos  motivos  para  ser  responsable, entiendo     que     el     motivo     fundamental     tiene     que     ser     mi reconocimiento   de   que   tengo   el   deber   de   responder   ante   otra persona.

Una   persona   puede   actuar   de   una   manera   que   parece responsable   por   fines   económicos,   por  miedo,   por   eficacia.   Sin embargo,     no     reconoce     las     exigencias     auténticas     de     la responsabilidad.

8.  Cuando    participo    en    reuniones    en    que    se    toman decisiones,  asumo  las  consecuencias  aunque  la  decisión  tomada no sea lo que yo he considerado lo mejor.
Responder  por  las  decisiones  tomadas  en  grupo  es  difícil, requiere una dosis suficiente de humildad.

9.  Me   responsabilizo   de   lo   que   radicalmente   soy,   una persona.
Esto  requiere  acudir  a  los  medios  adecuados  (formación)  y estudio para llegar a desarrollar de forma sana mi personalidad.


ACTIVIDAD FINAL

viernes, 1 de marzo de 2019

HACIA QUE EDUCAR

 Por: Moisés Wasserman
07 de febrero 2019 , 07:16 p.m.

Es frecuente oír que la educación universitaria no es necesaria para hacer grandes cosas en la vida, y el ejemplo es Steve Jobs. Es cierto. Para ser empresario, político, periodista o escritor, tal vez no sea estrictamente necesario (aunque la mayoría afirma que sí han servido los estudios).

Pero no es posible ser médico, abogado, ingeniero, filósofo, matemático, químico, economista, pianista o antropólogo sin haber estudiado. El mundo moderno requiere personas con competencias de alta complejidad. No es una coincidencia que los países con mayor desarrollo social sean los que tienen las coberturas más altas en educación superior y las universidades de mejor calidad. No es casualidad que las aspiraciones de los jóvenes estén concentradas en la educación.

La pregunta difícil es hacia qué y cómo se debe educar. En algún momento las respuestas eran claras, hoy lo son menos. Uno de los enfoques para responder es tratar de prever cómo va a ser el mundo al que lleguen esos jóvenes y con qué nuevos retos se van a encontrar. (Para no confundir omito acá análisis sobre educación ética y ciudadana; será en otra ocasión.)

Seguramente un hecho dominante es el cambio acelerado en los conocimientos y la información. Hoy un graduado sabe que deberá renovar sus conocimientos cada cinco años, en el futuro cercano tendrá que cambiar de oficio cuatro o cinco veces en la vida. Es decir, la formación tendrá que ser tan flexible que le permita cambiar sin empezar de ceros.

Eso lleva a la conclusión, aparentemente paradójica, de que los estudios de mayor relevancia hacia el futuro van a ser precisamente los más clásicos y fundamentales. No importa cómo se llamen las ingenierías o las tecnologías del futuro, todas tendrán en sus bases las matemáticas, la química y la física. Cuando los diagnósticos los hagan computadores y las cirugías robots, los médicos necesitarán biología y fisiología molecular, matemáticas y electrónica para responder a las nuevas preguntas. Los computadores nos ayudarán a escribir textos, pero las ideas, la forma de expresarlas y el análisis crítico seguirán dependiendo de qué tan buenos lectores seamos.

El cómo educar cambiará. En realidad, ya está cambiando. Hay mil teorías de cómo hacerlo mejor, pero la mayoría coincide en algunas estrategias. La investigación científica adquirirá cada vez mayor relevancia en el proceso formativo. No solo porque es obsoleto transmitir conocimientos, es necesario producirlos, sino porque el proceso mental de la investigación es el mismo con el que el estudiante desarrolla su imaginación y su capacidad de análisis. La educación será cada vez más personalizada, no va a haber dos matemáticos o dos biólogos iguales; incluso dentro de un mismo curso se podrán estudiar cosas diferentes. Se estudiará más en grupos, el papel del maestro seguirá siendo importante (aun contra la inteligencia artificial), pero será el de un acompañante. Las fronteras de las disciplinas se harán cada vez más difusas y más amplias.

Un estudio reciente de la Ocde definía, entre grupos de interés muy diferentes, cuáles son las cualidades necesarias para el éxito en el trabajo. Hubo coincidencias extraordinarias. Tres características fueron calificadas por todos como las más importantes. En su orden: generar nuevas ideas/soluciones, disposición para cuestionarse, y capacidad para expresar bien sus ideas. Las de menor importancia fueron capacidad negociadora y autoridad.

Mientras debíamos estar discutiendo estos hechos, que van a definir la vida y la felicidad de nuestros jóvenes, los académicos nos distraemos peleando por cosas que nos parecen urgentes, pero que posiblemente se vean en poco tiempo como discusiones bizantinas sobre el sexo de los ángeles.

viernes, 1 de febrero de 2019

LA ESCUELA Y SU COMUNIDAD. LA CONTRIBUCION DE LA EDUCACION SOCIAL

 REVISTA DEL MAGISTERIO

1.2. Escuela, equidad social y aprendizajes

 El estudio «Una mirada al interior de las escuelas primarias» (2008), realizado por el Instituto de Estadística de la UNESCO (IEU), en once países que participan en el Programa Indicadores Mundiales de Educación (WEI), revela que las desigualdades sociales influyen de forma decisiva en las posibilidades de aprendizaje en las escuelas de enseñanza primaria del mundo, un factor contra el que ningún país, ya sea rico o pobre, está inmunizado. Las mayores disparidades se dan entre las zonas urbanas y las rurales, donde muchas escuelas carecen de equipamientos básicos, como agua corriente y electricidad. Es evidente que desde una perspectiva institucional, y especialmente en su etapa obligatoria, la escuela constituye una oportunidad para generar procesos de equidad y promoción social. Por eso se concibe la escuela como un servicio público (con un peso significativo en los presupuestos de los Estados) al servicio de todos los ciudadanos y con una gran responsabilidad ante ellos. No sería justo que un maestro rechazara a un alumno por el simple hecho de mantener dificultades en los aprendizajes, estar desmotivado o ser especialmente díscolo. De la misma manera que no entenderíamos a un médico que dejara de atender a un paciente por no ser aseado, ser incurable, pobre o por mostrar unas llagas de pésimo aspecto. Sin embargo, en algunos momentos y en algunas situaciones, la escuela no solo puede no ayudar a incrementar las oportunidades de desarrollo para sus alumnos, sino llegar a correr el riesgo de aumentar aún más las desventajas de los más desfavorecidos1.

 Por eso para poder valorar los mecanismos de equidad e igualdad en la escuela, es necesario previamente discernir quién recibe ese servicio y cuánto recibe de él, establecer un correcto equilibrio entre el cuánto y el qué, una relación habitualmente injusta si tenemos en cuenta las diferencias de clase (Connell, 1997: 26). Nos estamos refiriendo a lo que Bourdieu denomina capital cultural, un concepto utilizado para poder rendir cuentas de la desigualdad de los logros escolares, y que lo relaciona con el «éxito escolar», o en otras palabras, los beneficios específicos que los niños de las diferentes clases y fracciones de clase pueden obtener en el mercado escolar con la distribución del capital cultural entre esas mismas clases y fracciones de clase social (Bourdieu, 1979: 11). Pero para que la educación pueda realmente generar procesos de promoción, se requiere que en la sociedad exista un grado mínimo de igualdad social. O lo que es lo mismo, si las diferencias socioeconómicas son muy grandes, los esfuerzos que se puedan realizar para mejorar los resultados educativos suelen ser vanos o insuficientes (Tedesco, 2000). 

De ahí que poner a todos en igualdad de condiciones de partida puede resultar poco efectivo si no se implementan, al mismo tiempo y de forma paralela, políticas orientadas a asegurar una igualdad de trayectorias que influyan y aceleren la exposición de los más pobres a experiencias que son socialmente relevantes (Navarro, 2004: 45). En informes de organismos internacionales como el Banco Mundial y la OECD, se afirma que hay pocas sociedades con un alto coeficiente de desigualdad que, a la vez, tengan sistemas educacionales de calidad (Brunner y Elacqua, 2003). Una prueba de ello lo tenemos en el programa de investigación que inició en el año 2001 el IIPE2-UNESCO Buenos Aires, orientado a analizar el vínculo entre equidad y educación. La hipótesis de trabajo que estuvo en la base de este programa postulaba la necesidad de revisar los diagnósticos tradicionales y analizar el impacto que, sobre las prácticas educativas y los logros de aprendizaje en los niños y adolescentes, han tenido las transformaciones sociales, económicas y culturales que, en las últimas décadas, atravesaron América Latina. En síntesis, la investigación demostraba que, en el marco de estas transformaciones, la equidad social debía ser considerada cada vez más como un factor previo a la educación. Por eso, antes de plantear políticas educativas e invertir en los centros que atienden a colectivos sociales más desfavorecidos, es necesario reconocer dos cosas: la potencial educabilidad de todos los alumnos, que son educables; y que las condiciones para enseñar y aprender en la escuela tienen un componente subjetivo, extraescolar y social que no puede ser ignorado. En otras palabras, tanto la segmentación residencial, las formas asociativas de las comunidades, la seguridad y confianza en el barrio, las representaciones de las familias sobre la escuela y su participación en la gestión de los aprendizajes de sus hijos, la escolaridad de los padres e incluso las pautas de crianza en el hogar son objeto de política y, por ende, modificables (Navarro, 2004: 215).

 Aun así es innegable que existe una clara tensión dialéctica de una escuela que es al mismo tiempo garante y reproductora del orden social (Bourdieu y Passeron, 1998), y promotora de los procesos de cambio y equidad social que promociona entre sus alumnos. Y es que la escuela, si bien por un lado representa la segregación y la jerarquización propia del sistema de clases, en función de los orígenes sociales y familiares, por el otro brinda a sus alumnos el conocimiento para comprender su statu quo real. Les posibilita revisar y criticar los principios y la situación social asumidos como naturales por la ideología dominante, incorporar nuevos influjos de socialización, e introducir ideas y modelos de cambio y transformación social. Pero asumir esta segunda opción exige en contrapartida una escuela y un aula donde pueda experimentarse y vivirse el contraste abierto de pareceres. También la participación real de todos en la determinación efectiva de las formas de vivir, de las normas y patrones que gobiernan la conducta, así como de las relaciones del grupo del aula y del colectivo escolar. Una institución que educa no es solo un ámbito exclusivo de aprendizaje de lo básico, es también una manifestación de vida en toda su complejidad. Para ello cuenta con una red de relaciones y dispositivos activos con su entorno y su comunidad, y puede entonces mostrar un modo propio de conocer y, por tanto, de enseñar el mundo y todas sus manifestaciones. De ahí la necesaria implicación de que otras instancias sociales se impliquen y le ayuden en el proceso de educar. Esta opción tiene claras consecuencias en el momento de plantear los procesos de aprendizaje, y supera enseñar lo elemental o primario a una minoría homogenea, situación propia de una época en la que el conocimiento y su gestión estaban en poder de pocas manos. De ahí lo decisivo de abogar por la promoción de las estrategias cognitivas, en otras palabras, centrar el aprendizaje en la potenciación del conjunto de procesos que serán la base para la realización de las tareas propiamente intelectuales. El uso adecuado de estas estrategias competenciales implicará el desarrollo de una mayor inteligencia (Mayor, Suengas y González, 1993), al tiempo que favorecerá en el futuro la adquisición y posterior uso de nuevas estrategias cognitivas. La introducción de la competencia del aprender a aprender incluye adquirir conciencia de las necesidades y de los procesos del propio aprendizaje, identificar las oportunidades disponibles, saber superar los obstáculos con el fin de aprender con éxito. Obtiene, procesa y asimila nuevos conocimientos y habilidades en el marco de un recorrido guiado pero no dirigido. Aprender a aprender significa, en definitiva, desde la motivación y la confianza en las propias posibilidades, construir el conocimiento a partir de aprendizajes y experiencias vitales anteriores, reutilizar y aplicar el conocimiento y las habilidades en una variedad de contextos y donde son cruciales (Martín, 2008: 72).

 El aprendizaje de estrategias y competencias se concreta en dotar al alumno de habilidades pertinentes para hallar información; enseñarle los principios formales de la investigación y promocionar una actitud metodológica de descubrimiento; desarrollar la autonomía en el aprendizaje; o consolidar las técnicas instrumentales de base como lectura, escritura, cálculo o técnicas de estudio. Se trata, en último término, de formar estudiantes con mayor capacidad de solución problemas y capacidad crítica, alumnos con la oportunidad de construir aprendizajes significativos para modificar sus esquemas de conocimiento, y establecer relaciones entre lo que se pretende que aprendan y lo que ya saben y conocen (Carretero, 1993). Una prueba de ello lo tenemos en la Teoría de las Inteligencias Múltiples (Gardner, 2006), donde se reconoce la diferencia entre las capacidades cognitivas de las personas, lo que conlleva en consecuencia diversas maneras de aprender. La unicidad de cada alumno necesita del desarrollo de una instrucción basada en el trato diferenciado. Entiende la inteligencia como una habilidad para resolver problemas o crear productos necesarios en cualquier cultura o comunidad, una verdadera colección de potencialidades biopsicológicas que mejoran con la edad. De ahí que describa la competencia cognitiva humana usando el término inteligencias, que agrupa los talentos, habilidades y capacidades mentales de un individuo. De ahí la conveniencia de superar programas de enseñanza que solo trabajen las inteligencias lingüística y matemática, e ignoren el resto de capacidades. Por eso los nuevos modelos de aprendizaje pretenden transformar la escuela tradicional en una escuela de inteligencias múltiples, y hacerlo de una manera colaborativa interviniendo tanto los docentes como los padres en el contexto familiar. Depositar un excesivo énfasis en la enseñanza de las capacidades lógicas y lingüísticas perjudica a aquellas personas en las que predominan otros tipos de inteligencia. Por eso la conveniencia de utilizar metodologías diversas que incluyan ejercicios y actividades que contemplen todos los tipos de inteligencia. La clave está en adaptar la estrategia de enseñanza a las capacidades de dicho estudiante, al tiempo para promover el resto de tipos de inteligencia, y no solo aquellas en las que destaquen de forma natural. Tener en cuenta estos planteamientos supondrá un nuevo sentido para la educación, que dejará de ser concebida como una etapa de la vida, para aceptar que se sigue aprendiendo a lo largo del ciclo vital de cada persona. La estructura de los sistemas educativos, en consecuencia, ha de cambiar para poder asegurar la promoción de los nuevos aprendizajes. La educación permanente, la articulación estrecha entre educación y trabajo, y los mecanismos de acreditación de saberes para la reconversión permanente son algunos de los nuevos ámbitos de trabajo para la escuela, auténticos desafíos ante los que la educación debe poder ofrecer también una respuesta en términos institucionales (Tedesco, 2003). Equidad social y modelo de aprendizaje se convierten en dos procesos estrechamente unidos y que hay que analizar conjuntamente. 

Apostar por unos modelos o por otros tiene que ver, de una manera directa, con el paradigma de lo que se entiende y se le asigna a la educación. Como muestra un botón. Si analizamos algunos de los principales condicionantes del éxito educativo en Cataluña (Martínez y Albaigés, 2012), se pone de manifiesto la relevancia del problema de la segregación escolar en nuestro país y sus efectos negativos sobre los resultados académicos del sistema educativo. En relación con la escolarización del alumnado extranjero, su presencia en el sector público triplica su presencia en el sector privado. De esta manera, Cataluña es una de las comunidades que menos garantiza la equidad en la distribución equilibrada de alumnado extranjero, junto con Madrid, y solo después de Murcia. Los datos también ponen de manifiesto que no existe relación significativa entre el peso del hecho migratorio al municipio y el nivel de segregación. De hecho, la segregación tiende a ser más alta en aquellos municipios con más tamaño, con más número de centros, con más centros de titularidad privada, con menos corresponsabilidad del sector concertado en la escolarización de alumnado extranjero, etc. Contrariamente a lo que se podría pensar, no se encuentra ningún tipo de relación estadísticamente significativa entre el peso del hecho migratorio al municipio y el nivel de segregación de sus centros. Este tiene más relación con la implantación del sistema escolar a escala local y con las políticas de escolarización equilibrada que intentan promover una escolarización equilibrada. Finalmente, el análisis de los municipios de más de 10.000 habitantes también evidencia una relación positiva y estadísticamente significativa entre los niveles de segregación escolar que se producen en el municipio y la no graduación en la ESO, especialmente determinantes en el sector de la enseñanza pública. 

La segregación escolar es claramente más perjudicial para el alumnado socialmente menos favorecido, como efecto de su concentración en determinados centros. La heterogeneidad social en las aulas, lejos de perjudicar al alumnado con mejor rendimiento, como a menudo se piensa, no tiene efectos sobre sus resultados educativos y en cambio beneficia al alumnado con más dificultades educativas. Los procesos de concentración de alumnado con más necesidades educativas en determinadas escuelas y aulas, en cambio, revierten negativamente sobre sus resultados y, consecuentemente, también los del conjunto del sistema. ______________________________________________________________________________________________________________________________________________________ 1 En España, uno de los países con tasas de fracaso escolar más alto de la UE, la diferencia de clase perjudica a los estudiantes con peores resultados. Un estudio concluye que la probabilidad de que un alumno con malas calificaciones siga con sus estudios después de los 16 años es del 56 % si proviene de clases aventajadas, frente al 20 % si el cabeza de familia es un trabajador no cualificado. Fuente: Bernardi, F. y Cebolla, H. (2014). «Social Class and School Performance as Predictors of Educational Paths in Spain». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 146: 3-22.